Melo Gonzales al pie de la Bestia: un boliviano frente al tren de la muerte - Diario Pagina Siete

2022-03-03 06:19:01 By : Ms. Aileen Zhang

Marcelo Gonzales Moreno, por todos conocido como Melo, es un boliviano que trabaja en Irapuato, Guanajuato, México. Pero él no llamaría trabajo a lo que hace junto a las vías de la Bestia, como se conoce al tren de la muerte, que diariamente cruza todo México, rumbo a los Estados Unidos, transportando sobre el techo a cientos, miles, decenas de miles de salvadoreños, nicaragüenses, hondureños, guatemaltecos y mexicanos que diariamente buscan cruzar la frontera que, creen, les permitirá cumplir un sueño: conseguir trabajo, ahorrar y enviar dinero a sus familias.

Este viaje aparentemente gratuito se paga con -nunca mejor dicho- sangre, sudor y lágrimas. Se paga con el cuerpo -mutilado, prostituido, torturado o secuestrado- y con dignidad humana al contado. El hambre y el frío son lo menos malo que el viajero, migrante -palabra proscrita,- puede experimentar. Caerse del tren al subir, al bajar o mientras se duerme, y quedar mutilado o muerto, son eventos comunes; ser secuestrado, prostituido, robado o vendido en pedazos por el valor de unos órganos no es menos infrecuente en lo que sería una verdadera Odisea del terror, si no fuera porque este viaje no promete el retorno a ningún hogar, sino que es el inicio, si tienen “suerte”, de otro periplo, esta vez del lado opuesto de la frontera.

Melo se para a diario en las vías del tren para, entre otras cosas, amar, cuidar y proteger a esos migrantes de la vida.

- ¿Cómo fue ese proceso que te lleva a México?

- Salí de Bolivia a los 17 años y no volví hasta los 35. Me quedé unos seis años, pero el 2011 supe que tenía que salir otra vez y el único país al que yo deseaba ir era México. Entonces me subí a mi auto con un amigo y nos vinimos manejando hasta aquí. Cuando llegué, yo no sabía a dónde ir. Llegué como un migrante. Yo quería ir a vivir a Ciudad Juárez, pero cuando pasé por Irapuato supe que esta era mi ciudad, que aquí me tenía que quedar. La casa que yo rentaba daba a las vías del tren, que yo veía desde el techo. Un día, decidí averiguar qué hacían tantas personas en un pueblo tan pequeñito (solo somos 600 mil habitantes). Yo pensé que se trataba de gente pobre que usaba el tren como taxi, una tontera… Me puse a hablar con varias personas y descubrí que no eran mexicanos y que ese tren era la Bestia.

Como ya había escuchado de él, recién entendí que querían ir a Estados Unidos para buscar una mejor vida o escapar de pandillas, y le pregunté a un señor cuándo fue la última vez que comieron. Me dijo que hace dos días. Cuando vi la ropa desgastada y sucia que tenían, y que no se veían bien cubiertos para viajar, regresé a mi casa, vacié mi refrigerador, vacié mi closet y regresé a las vías y lo regalé todo. Es ahí donde nace mi corazón por el migrante.

- ¿Qué es el tren para ti?

Tengo dos formas de verlo: una es la esperanza, porque lleva los sueños de millones de personas, pero el tren también es dolor, angustia, y digo esto por la trata y tráfico de gente, secuestros, pérdidas familiares, mutilaciones y muertes, porque nos ha tocado repatriar cuerpos.

- Su nombre no es gratuito, ¿no? La “Bestia” que llevas dentro puede impulsarte, pero es al mismo tiempo la que te devora.

- Las estadísticas dicen que es un 50, 50.  Uno de cada dos, en teoría, lo logra, y debe ser esto lo que impulsa a la gente.

Hay otra estadística, también. Solo el 20% de los que van en el tren logran el sueño. Yo me pregunto sobre el 80% que no lo cumple. Qué pasa con sus vidas. Están viviendo en la indigencia, drogadicción y alcoholismo. Ya ni sus familiares saben. Durísimo. A muchos de ellos les da vergüenza volver a sus países. Una cosa es que vuelvas deportado, ahí no pasa nada, pero otra es que vuelvas sin un peso, sin ayudar a tu familia. La vergüenza se los come. De hecho, hay ciertas cosas que nosotros no decimos, para que no se sientan avergonzados.

- “Migrante”. Les decimos “amigos”, porque es despectiva para ellos la palabra “migrante”, ya que está tan usada que es lo mismo para muchos que decir ladrón, drogadicto, indigente, prostituta. Tampoco, para cuidarnos, pronunciamos la palabra “cártel”. Irapuato es la quinta ciudad más peligrosa del mundo; no de México, del mundo.

(Lo sé y por eso entro en terreno. Quiero saber de las bolsas que entregan y los regalos en San Valentín. Por qué invita a la gente a tomarse unas vacaciones en Irapuato, donde él da casa y comida a quien quiera cambiar de vida por unos días, ayudando en las vías).

- ¿Qué hacen por los migrantes?

- Estamos en las vías del tren de dos a siete horas al día, dependiendo de cuánta gente encontramos. Lo que hacemos en “Amigos del tren México” es prevenir la trata y tráfico, desde las vías, cuidando a los viajeros para que los cárteles no los secuestren, lo que pasa cuando están esperando al tren o cuando, directamente, se suben en él y los bajan a la mala, se los meten a una camioneta y desaparecen. Nos ha tocado rescatar personas secuestradas por los cárteles.

(Ese “nos” me suena a organismo parapolicial, pero sé que no son tantos. Sé que ha rescatado a una mujer él solo, negociando con una proxeneta el monto dentro de un auto, frente a una imagen de la Virgen de Guadalupe, lejos de Irapuato).

- ¿Cuántos rescates has hecho?

- Una… dos… tres, cuatro. Cuatro mujeres y dos niños y dos niñas. No han sido muchos, pero han sido muy difíciles. Uno de los rescates más duros que me tocó hacer fue hace unos seis años. Ese casi nunca lo cuento. Una mujer fue secuestrada esperando el tren. El hombre la secuestró, la metió al sótano de su casa y la tuvo como su esclava sexual para él y sus amigos. Imaginate. Era una chica de 19 años, de Guatemala. De pronto, recibo el mensaje de una persona que me dice que la chica está pidiendo ayuda y estaba en uno de los lugares más peligrosos de la frontera. Cuando llegamos, nos contó que el hombre la tuvo secuestrada ocho meses, la embarazó. Al darse cuenta de que estaba embarazada, la siguió violando hasta casi el momento del parto, él y sus amigos. Cuando se le rompió la bolsa, le puso una capucha, la sacó de su casa y la botó a las vías. Ahí es cuando recibimos la llamada. Nosotros estamos a 11 horas de esa ciudad. Subimos al carro y fuimos a recogerla. Esta chica cuenta atrocidades. Nació su bebé en las vías. Ella cortó el cordón umbilical. El rato que llegamos, la llevamos a un hospital a ella y a su bebé. Dimos parte a la Policía, pero ella no sabía dónde estuvo todo ese tiempo. Le sacamos los papeles mexicanos, pero quería regresar a Guatemala, así que la repatriamos. Yo sigo en contacto con ella. Su hijita me dice tío.

(¿Y cómo pueden evitar secuestros?, pregunto, porque viéndolo frente a la pantalla, Melo no es precisamente alto ni corpulento, ni anda armado, ni tiene algo parecido a un ejército. No podría dar miedo a nadie, sino todo lo contrario: provoca simpatía inmediata y hoy, particularmente, lleva una chompa de estrellitas, una gorra, y unos cuantos días sin rasurar, lo que lo acerca más a un universitario hipster que a un rescatador de trata (si a algo se parecen los rescatadores).

- Además, ayudamos estando “ahí”. Los cárteles nos respetan.

- ¿En serio? ¿Cómo se ganaron el respecto de ellos?

- Estando en las vías cuando nos han venido a amedrentar. Hacemos las cosas tan transparentes que nadie puede decir que hemos intentado tomar ventaja de alguien. Saben que estamos haciendo el bien y no cobramos.

(A Melo lo conozco de oídas desde hace como 20 años. Es casi un mito viviente en ciertos contextos, pero nunca había hablado con él. De hecho, que acepte esta entrevista me emociona grandemente. Una cosa es verlo por las redes; otra, escucharlo contándome el cuento a mí).

- Rescates, prevención, ¿qué más hacen?

- Tomarles fotos. Si ves nuestra página en Facebook verás las fotos, aunque no todos quieren que se publiquen, porque algunos están escapando de cosas en su país. A cada migrante que ayudamos le damos un mapa, en ese mapa está mi número de teléfono. Les decimos: “A medida que vayas subiendo en tu paso por México, y cuando cruces la frontera, avísanos, para que sepamos que estás bien. Si tienes algún problema, avísanos. Si te pasa algo en el camino, avísanos”. Entonces hacemos un seguimiento hasta la frontera. Para nosotros el que tengan mi número de teléfono es parte de la prevención y la posibilidad de seguirles ayudando.

Los familiares de las personas que pasan pueden verlos en la página de Facebook, y saben que hasta Irapuato llegaron bien. Cuando los familiares nos llaman porque no tuvieron noticias de la persona en días, nosotros tratamos de ubicar dónde está o si le pasó algún accidente o secuestro.

- ¿Cuántos son en el equipo?

- Cinco. Cuatro bolivianos y la esposa de uno, mexicana.

- ¿Cómo hacen ese trabajo si son tan pocos?

- (Se ríe). No somos nada y hacemos mucho, sí.  Hace cuatro años la RAI, de Italia, hizo un documental sobre nosotros. Nos dijeron que, a través de la página de Facebook, compararon el trabajo que “nosotros” hacíamos… pero en esa época era yo solito (más risas), y nos dijeron que “nosotros” hacíamos más con nuestros pocos recursos que muchas organizaciones establecidas y con recursos casi ilimitados. Yo creo que la razón es que amamos al migrante. No hacemos esto por penita.

- Y en lo práctico, ¿cómo se financian?

- Tú entiendes esto, pero no sé cómo lo explicaría a otras personas: no sé, no sé… No hay lógica.

Lo que yo reciba económicamente es lo que se usa para que todos los del equipo comamos, vivamos y todo.  Lo que yo reciba se usa para comprar calcetines, calzoncillos y todo para el kit del viajero, que te voy a mostrar. Lo que yo reciba es también para hacer mapas. Cualquier dinero que entre como contribución es para comprar cosas que se necesiten para el migrante. No tenemos donantes que digamos “cada mes nos llega tanto”, no. ¿Quisiéramos? Sí.

Te voy a contar algo que nadie sabe. El año pasado sentí que debía extender las estacas, ensanchar el territorio a la izquierda, a la derecha, sin escatimar. Nuestro sueño por nueve años ha sido tener un comedor y duchas para el migrante, para la prostituta, el travesti, el indigente, el alcohólico, el drogadicto… En diciembre, justo al lado de las vías, salió un letrero que decía “Se renta”, y es un local que cuesta 1.000 dólares cada mes. Se me subieron los pelos, pero igual le dije al señor que lo íbamos a rentar. No sabía cómo íbamos a pagar, pero sabía que ese es el lugar que teníamos que rentar para construir las duchas y todo. El 15 de diciembre me invitaron a compartir sobre lo que hacíamos en una iglesia de puro migrantes, la mayoría indocumentados, en California. Yo les conté el trabajo, pero no dije nada más. Al terminar, se me acerca un señor y me dice: “Tengo en el corazón darte para tu obra 1.000 dólares cada mes”. Me puse a llorar y recién le conté lo del local… ¡Bum! Listo. Tenemos el local, pero ahora necesitamos construir, 75 mil dólares para construir las duchas, el comedor que funcione todo el día, la peluquería… El contratista me preguntó que cuándo empieza, dice que esta semana va a sacar los permisos de construcción. Le dije: “empiezas el próximo lunes”. Un peso no tenemos, pero van a empezar a hacer los cimientos, yo no sé…, pero yo sé, yo sí sé. Vamos a poder cuidarlos bien, como se merecen.

(Esto me impacta. Cómo merece ser cuidado un migrante por un extraño que, lo más probable, es que nunca en su vida vuelva a ver. Qué merece alguien que viaja encaramado a un tren de carga, que duerme atado para no caerse; que, si es mujer, posiblemente sea violada más de una vez durante su viaje y que, si es hombre, sea esclavizado por algún cártel. Sé que algo de lo que se merecen viene en una bolsa). Viajeros de todas las edades reciben el Kid del viajero con alimentos y artículos de aseo. Foto: Amigos del tren México

- ¿La bolsa que preparan para cada viajero, la entregan en las vías, directamente?

Sí, mirá: le hemos puesto el nombre de “Kit del viajero” para que suene bonito. En el Kit del viajero, se les da galletas María, que son las más económicas, pero que son grandes. Se les da papel higiénico, se les da un jaboncillo, una rasuradora, champú, un calzoncillo o calzón nuevo, de acuerdo a su talla, porque llegan gorditos o flaquitos.

Se les da un par de calcetines nuevos y buenos; se les da un cubrebocas. (Sigue sacando cosas de la bolsa de plástico que abrió para mostrarme). Nos donaron gorros; unas señoras en California decidieron tejer y me donaron 600 gorros. Fui a recogerlos. Entonces ahora, que es invierno, les damos su gorrito a todos. Se les da cepillo de dientes nuevito y dentífrico. Se les da un paquetito de cotonetes para limpiarse la oreja (yo sonrío). Es básico, es parte de la dignidad humana. Se les da el libro de Romanos y una carta que hemos pedido a personas de iglesias que escriban. Las cartas pueden decir cualquier cosa, no sabemos. Por ejemplo, esta…

(Desdobla un papel y lee):

Querido hermano migrante de esta vida:

Estamos orando por vos. Te amamos y acompañamos por medio de nuestra oración. Pedimos a Dios que envíe ángeles para cuidarte todo el camino, así que no te asombres de las cosas buenas que te vayan pasando. Cualquier cosa que necesites, pídeselo. Si hay alguna clave en este mundo que puedas llevarte, más allá de lo que podemos, y que te puedas imaginar, es hablar con nuestro padre que está en el cielo.

Te amamos y oramos por vos. Desde la Argentina tu hermano David Rojas.

Estas cartas las mandan desde la Argentina, de México… Todavía no hemos tenido de Bolivia. Si hay alguien que quiera mandar… (Me dice sonriente).

- ¡Es que la gente no debe saber que se puede escribir cartas a estos migrantes! ¿Se las puede escribir por mail y tú las imprimes? ¿O es que las recolectas en los países a los que vas? ¿Cómo es?

- Se puede recolectar en los países, si es que desean, o nos las pueden mandar y nosotros las podemos imprimir. No hay problema.

- Si hubiera sabido lo de las cartas, de verdad que las escribiría…

-Hazlo, por fa, y diles a tus alumnos en la universidad, a otras personas...

Esta es la joya del Kit. Es el mapa que le entregamos a cada persona, hecho por nosotros, donde te muestra todo México y cada color son las diferentes rutas del tren. Esta (me señala) es la ruta más peligrosa; esta es la segunda ruta más peligrosa y esta es la tercera menos peligrosa, pero igual todas tienen peligro.

(En el papel se lee “Amigos del tren: amar, cuidar, proteger”). Aquí están los números de teléfono para contactarse con nosotros, la página, y aquí atrás están los kilómetros de ciudad a ciudad desde que entran a México. Los pueden querer engañar, pero ellos pueden ver acá. Y aquí están todas las casas del migrante que hay en México, donde pueden ir a recibir ayuda en diferentes ciudades. También el QR. Todo está bien planeado.

En septiembre del año pasado hemos abierto otro lugar en Coatzacoalcos, Veracruz, que es el primer punto donde se suben al tren. Ahí tenemos un equipo que les da comida, este mapa y este librito. No tenemos la economía para que tengan todo el Kit del viajero, porque sale medio caro. Por persona nos cuesta alrededor de 7 dólares, pero les dicen: “Si llegas a Irapuato va a estar el otro equipo”. Entonces mucha gente, cuando ya está por llegar, nos manda mensaje. “Ya estamos llegando, estamos en las vías”. Es muy bueno, muy, muy bueno.

-Tú tienes una cuenta aquí en Bolivia, me imagino.

-Sí, tengo una cuenta en el Banco Bisa. Abrí una cuenta en dólares. No le entra nada, pero ahí la tenemos (ríe).

- ¿Cómo es un día, normalmente? ¿Tú tienes una rutina?

- Tenemos una rutina muy abierta (ríe), muy expectantes a lo inesperado. Nosotros embotellamos nuestra propia agua -a cada migrante le damos un litro de agua-.  Compramos las botellas y nos donan el agua, y aquí nos ves sentados todos los días, por dos horas, llenando las aguas del día. Les damos la comida que tenemos y a veces hacemos sánguches con jamón, queso, ketchup y mayonesa. Preparamos el kit hasta las 2 y a las 5 o 6, dependiendo de la estación, nos vamos a las vías, a hablar con ellos. En travesía, el tren de carga en el que se arriesgan migrantes. Foto: Amigos del tren México

Al día ayudamos alrededor de 30 a 40 migrantes, dependiendo. La rutina de nosotros siempre se mueve alrededor de ellos. Después estamos con las servidoras sexuales y los hombres y travestis que se están prostituyendo. Estamos con los niños de la calle, porque están en la misma zona donde están los migrantes, los alcohólicos y drogadictos. Todos viven ahí debajo del puente. A todos los cuidamos tanto como al migrante. Todos los días les llevamos comida. Los kits del viajero se los damos una vez cada 2 semanas para que boten el calzoncillo viejo y el calcetín que ya, ya, ya, ya es imposible de usar.

A las personas en prostitución les llevamos rosas. Compramos docenas de rosas. Nos acercamos a cada mujer que está trabajando, le damos una rosa y le decimos: “Queremos decirte que Dios te ama y nosotros también. Que tengas un hermoso día. Eres una mujer hermosa y esta rosa para ti”. Eso hacemos el 14 de febrero. También compramos los chocolates más finos que podamos y les damos uno, y una lata de refresco. No les damos en vasito porque se ve feo. Tratamos de hacerlo digno para ellas, ¿entiendes? Ahí les decimos: ¿Quisieras que ore por ti? Algunas nos dejan orar, otras no, porque su padrote o su dueño está más allá, y está mirando. También les pintamos las uñas. Ponemos una mesa en frente del prostíbulo y las invitamos a pintarse las uñas. Y las chicas del equipo pintan las uñas y mientras están ahí se les habla y se las escucha.

Aquí la gente no se mete, piensan que vas a contagiarte de sida porque estás dándole un abrazo a un travesti. Hay cada tontera… Una vez un chico me contó: “Yo fui secuestrado a los 6 años”. El hombre era mexicano. La veías y parecía Miss Universo. Operada u operado… bueno, operada de todo lado. “A los 13, mi dueño me empezó a poner hormonas femeninas en el cuerpo. A los 15, empezó a cambiar mi cuerpo. A los 17 me operó, me puso senos, me puso trasero, pero no me quitaron el pene. Mi cara, todo es operado. Y me dice: ¿Tú crees que me gusta cuando me veo al espejo? Y lo miro y le digo, no creo. No, no me gusta porque este no es quien yo soy”. La gente piensa que el travesti está ahí porque le gusta, pero la mayoría de ellos han sufrido abuso sexual de niños. Y yo, ¿quién soy para juzgar? Nadie, nadie.

- ¿Qué quisieras que la gente viera de esta realidad?

- Que tenemos que tener empatía por el prójimo; si no es amor, mínimo empatía. Si no llegamos a hacer algo por esa persona, que por lo menos llegue a ser escuchada, comprendida. Algo que decimos nosotros es “tu bien a mi costo”.

En estos casi nueve años, hemos servido mínimo a ochenta mil personas. Por año, ayudamos a unas 8.000 a 9.000 personas. El año pasado hemos ayudado unas 15 mil. El año pasado y el anteaño pasado han sido muy duros para el migrante. Ochenta mil personas han sido ochenta mil calcetines, ochenta mil calzoncillos, ochenta mil rollos de papel higiénico, ochenta mil cepillos, ochenta mil champús, ochenta mil dentífricos. Sánguches, ni qué decir. Y tú me preguntas, ¿cómo lo hemos hecho? Mi respuesta es no sé, pero hay un versículo en la Biblia que a mí me encanta y dice que el que le da al pobre le presta a Dios y Dios le devolverá el bien que ha hecho. Dios se fija en el que da y a él no le va a faltar nada. Dios sabe cuidarte y va a cuidar y va a proveer para que puedas seguir haciendo el bien. Sea lo que sea Dios para ti, él mira y no se olvida.

 - Una pregunta más. Me costaría creer si tú me dices que no tienes miedo. ¿Cómo haces para combatirlo, para que eso no te detenga?

- ¡Uy! (piensa). Algo que he aprendido es que el miedo solo puede hacer dos cosas, no puede hacer más, y una es muy efímera: o te detiene o te empuja, y la efímera es que te detenga. Cuando tengo miedo me empujo a seguir, yo mismo me hablo a mi mismo, literal, y me digo: Marcelo vas a seguir. Me hablo de cosas que yo sé que son parte de mi esencia y con esas cosas no voy a tranzar por más que me dé miedo. No sé si eso es una respuesta válida, pero es como a mí me funciona.

- Nada, nada todavía. Es que no hemos tenido tiempo para hacerla antes, pero ya empezaremos a hacer la página.

Te voy a pedir que me la mandes, cuando esté lista, y también tu número de cuenta a la que no le entra nada.  

*Daniela Renjel es doctora en Literatura y docente.

HOJA DE VIDA Marcelo Gonzales Melo  Boliviano  de nacimiento, radica en Irapuato, Guanajuato, México, hace una década. Labor  Ayuda a los viajeros que tratan de abordar el peligroso tren para llegar a EEUU. Organización Es parte de “Amigos del tren México”.

  Lo que hacemos en ‘Amigos del tren México’ es prevenir  trata, desde las vías, cuidando a los viajeros para que no los secuestren No somos nada y hacemos mucho, sí (...)Yo creo que la razón es que amamos al migrante. No hacemos esto por penita Tengo dos formas de ver al tren: una es la esperanza, porque lleva los sueños de millones de personas, pero  también es dolor

Lo que hacemos en ‘Amigos del tren México’ es prevenir  trata, desde las vías, cuidando a los viajeros para que no los secuestren

No somos nada y hacemos mucho, sí (...)Yo creo que la razón es que amamos al migrante. No hacemos esto por penita

Tengo dos formas de ver al tren: una es la esperanza, porque lleva los sueños de millones de personas, pero  también es dolor

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