Ayer por la mañana, el equipo periodístico de Crónica entrevistó a algunas personas que se encontraban en las afueras de un reconocido supermercado ubicado sobre calle 13 de Diciembre. El tema principal fue la inflación y cómo hace hoy el ciudadano común para lograr llegar a fin de mes. Todos los entrevistados coincidieron en un dato que resulta más que alarmante: los precios suben todas las semanas. También hubo algunas críticas puntuales para el gobierno nacional e incluso, la última persona que habló con este diario derramó algunas lágrimas al referirse a lo que sucede hoy en nuestro país: “es muy triste lo que estamos viviendo”, señaló Ramón Arispe.
“Las cosas están cada vez más caras, los cambios de precios se notan todas las semanas, siempre hay aumentos. Yo opto por comprar solo lo básico” dice Susana Montoya, una mujer que trabaja en una tapicería de esta ciudad. Su marido tiene un camión y brinda servicios a YPF. Por fortuna, la pareja no tiene hijos que mantener. Susana tiene hijos que son fruto de otra relación, pero ella y su esposo viven solos. La mujer señaló que con los ingresos que generan ambos logran subsistir todos los meses, pero fue crítica al resaltar que la situación se recrudece cada vez más.
“Nos pasa que tenemos mucha carga de impuesto con el IVA, y cada vez es más lo que tenemos que pagar. Respecto a la inflación y la economía, lo que yo creo es que siempre hay una forma de poder salir adelante, siempre hay algo para hacer, yo creo que hoy hay mucha gente que no trabaja porque no quiere hacerlo. Siempre hay una forma de sobrevivir”.
Cristina Collar es jubilada. Su marido también es jubilado, y con 79 años, hoy elige seguir trabajando. La mujer mostró una postura crítica y realista e insistió con algo que muchos jubilados dicen hoy por hoy, que con la jubilación no alcanza para vivir. “Mayormente, no tengo problemas económicos, lo que más me preocupa son mis hijos. Todos trabajan, todos son trabajadores, ninguno vive del gobierno. Lo que yo noto, es que si no venís al supermercado por dos días, cuando volvés, ya notás la diferencia. Todos los días uno ve que están remarcando los precios”.
Al igual que miles de jubilados en este país, Cristina percibe una jubilación baja, apenas 60.000 pesos, una cantidad de dinero que, hoy por hoy, no alcanza para mucho. “Mi marido cobra jubilación, y además trabaja, con 79 años, él sigue trabajando. Con la jubilación no nos arreglamos, y además él no puede estar sin hacer nada. Con la pandemia estuvo un año encerrado en la casa, y era algo que no se soportaba. Otra cosa que noto yo, es que actualmente los jóvenes no quieren trabajar, quieren cobrar sin hacerlo, y esto es culpa del gobierno”, señaló la mujer.
Si hablamos del trabajo en la industria petrolera, hay que decir que por el simple hecho de pertenecer a este rubro, cualquier persona que esté dentro estará en condiciones de percibir un buen salario, o por lo menos, un sueldo que esté por encima de la media. Ramón Arispe es gruero y trabaja en esta industria, pero admite que, al igual que muchas personas en este país, trata de cuidar el dinero y no derrocharlo. “Tengo la suerte de tener un buen trabajo, pero yo también miro esto desde afuera. En mi familia, no todos tenemos la suerte de estar en la misma posición que estoy yo, que tengo la suerte de tener un trabajo fijo. Incluso así, con mi esposa siempre tratamos de encontrar ofertas, y nos privamos de algunas cosas que podríamos comprar, siempre con la idea de poder llegar a fin de mes”.
Ramón gastó 13.000 pesos en el supermercado, una cifra nada despreciable, a pesar de la constante devaluación que tiene la moneda argentina. En el carro del entrevistado no había productos caros, es decir, productos que los argentinos normalmente querrían comprar, pero que hoy por hoy no pueden ser adquiridos, no por lo menos con la misma frecuencia que en años anteriores. En el carro del señor Arispe había: tres bolsas con fruta, acelga, bananas, dos paquetes de cereales, un sachet de leche, dos quesos untables cheddar, un bidón de jugo de tres litros, siete paquetes de velas, escarbadientes, cebollas y berenjenas. Todo esto, por el módico precio de 13.000 pesos. ¿Cuánto habría gastado el vecino si hubiera querido comprar, por ejemplo, uno o dos kilos de carne? ¿Y si hubiera querido comprar yerba? El problema inflacionario es tan grave, que los argentinos ya no pueden comprar ni siquiera eso. En algunos supermercados, el kilo de yerba mate llega a costar 800 pesos.
“Yo hago un diagrama de siete por siete. Subo siete días a trabajar y bajo otros siete. Cada vez que vengo a comprar para llevar mis insumos para una semana, siempre me sale más caro, y siempre llevo lo mismo, apenas con una semana de diferencia”.
Entre lágrimas, el hombre dejó una profunda reflexión sobre lo que sucede en este país y agradeció poder seguir en pie a pesar del crítico estado de la economía argentina: “yo en este momento, al único que le doy gracias es a Dios, que me da salud para poder trabajar. Creo que es muy triste lo que estamos viviendo”, concluyó el entrevistado.
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