Ya sea por necesidad o por mantenerse activos, adultos mayores de Guanajuato siguen aportando a distintos campos laborales y culturales
Con información de Onofre Lujano, Enrique Pérez, Nancy Venegas, María Espino e Ivonne Ortiz
Guanajuato.- Contrario a lo que su edad podría indicar, en Guanajuato hay muchos adultos mayores que no se han dejado vencer por el paso del tiempo y han logrado mantener su jovialidad y productividad en distintos rubros.
Desde campesinos hasta danzarines, y pasando por comerciantes, personas de la tercera edad de todos los rincones del estado demuestran de que la edad no es ningún impedimento si se tiene vitalidad y determinación para salir adelante.
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Doña ‘Aurorita’ Gutiérrez asegura que para conservarse hay que trabajar. Tiene más de 100 años de edad, y 65 de estar vendiendo su cerámica en el mercado Hidalgo, donde recientemente la festejaron los locatarios y comerciantes.
Ella recuerda que estuvo en la inauguración de lugar hace más de seis décadas. La mujer, al preguntarle cuantos años cumplió menciona que más de 100 años.
“me dicen que tengo 114 años, hace días me hicieron fiesta”, dijo en su comercio donde estaba acompañada por su nieta, Ma. De los Ángeles, y por Nahomi, su bisnieta.
Menciona que desde hace 65 años se estableció en la zona del mercado donde se ubican las fondas. Ahí se encuentra un letrero que dice “Cerámica Aurorita”. Ella se jacta de ser las más longeva de este mercado. Cuenta que ya muchos comerciantes murieron.
“Nomás quedo yo. Seguimos trabajando, en mi alimentación como frijoles, tomo café dos veces al día, poca carne”, explica.
Su nieta menciona que su abuela toma su café, frijoles, tortilla, pero a veces un pedazo de carne en caldo de res y pico de gallo. Su nieta comenta que a su abue-a Aurora le hicieron fiesta con velitas el pasado día 13 de agosto los locatarios.
“No siempre se cumplen 100 años. Era un evento sorpresa donde todos apoyaron. La quieren mucho por trabajadora”, explica Ma. De Los Ángeles.
Doña Aurora se levantaba antes a las 5:00 de la mañana, pero ahora como las ventas están bajas, se levanta más tarde. La mujer dice que para conservarse hay que trabajar. Este día, entre el ambiente que se vive en la zona de las fondas con música en vivo, doña Aurora sigue con la misma fe de que esto va a mejorar.
‘Aurorita’ recuerda los años de bonanza en Acámbaro, donde había movimiento comercial, viajaba mucha gente a vender a la Ciudad de México, pan y otros artículos como el cacahuate.
A los 10 años, Raúl Muñoz Huerta comenzó a dedicarse al trabajo del campo y la agricultura. Ahora, después de 70 años, sigue trabajando sus tierras. Sin embargo, mencionó que ya en la comunidad Carbonera de Guadalupe solo son seis adultos mayores los que todavía se dedican al campo.
Dicha comunidad cuenta con solo 285 habitantes, siendo una de las más alejadas del municipio de Doctor Mora , colindante con San Luis de la Paz. Raúl Muñoz actualmente tiene 80 años y toda su vida la ha dedicado al campo. El agrado le surgió al ver que en su comunidad era la principal actividad económica, por lo que dentro de las labores de agricultura se dedicó principalmente a la siembra del maíz y frijol.
Explicó que en la comunidad ya solo son un aproximado de seis adultos mayores los que todavía se dedican a las labores del campo. Listó a Raúl Mendoza, Lucio Jiménez, Rosario y Juan, entre otros.
Resaltó que muchos ya no se dedican al campo por la falta de agua de lluvias, pues llega pero tarde. Pero tampoco tienen equipo ni maquinaria para moverse, como tractores. Por ello pidió apoyo del Gobierno tanto estatal como municipal.
“Lo que hace falta es fertilizante, semilla para que agarre la tierra más fuerza”, mencionó.
Actualmente tiene ocho hectáreas para cultivo. Sin embargo, este año tuvo una demora en la siembra por la falta de las lluvias. Por eso sembró ‘muy tarde’, y solo el tiempo definirá si tendrá pérdidas.
Resaltó que ya no tiene fuerzas para seguir trabajando el campo, pero le ayudan sus hijos. De cualquier modo, sigue apoyándolos en lo que puede.
Recordó, que hace 70 años cuando inició su trabajo, casi todas las personas de la comunidad se dedicaban al campo trabajando con yuntas, pues casi no había tractores.
Berta Olmos Hernández y Blanca Estela Noriega, de 67 y 66 años respectivamente, disfrutan con plenitud y alegría una de las mejores etapas de la vida.
Después de sobrellevar el dolor por la pérdida de seres queridos y sortear las vicisitudes de la maternidad, ahora gozan del montaje de coreografías de danza folklórica, salsa, cumbia, practican cachibol, cantan y realizan otras actividades que ofrece el Centro Gerontológico de la colonia 1º de Mayo. También realizan labor social con grupos vulnerables.
Hace 17 años, cuando iniciaba el proceso de prejubilación como docente de primaria, Berta decidió entrar al gerontológico de la colonia 1º de mayo, con la idea de seguir activa y no se equivocó. Ahí conoció a más amigos y logró su objetivo: participar en el ballet folklórico. Baila también salsa y cumbia, se inscribió en el equipo de cachibol y canta.
Pero su rutina se interrumpió porque fallecieron sus padres y hermanas, lo que le provocó una tristeza profunda. Pero su marido, tres hijos y cinco nietos la motivaron a regresar al centro, porque estaban seguros que su estado de ánimo cambiaría.
“Llegué a los 55 años. En el centro se te olvida todo, siempre he dicho que la vida no se acaba, sigue, y hay que echarle muchas ganas. La vida es tan corta, el hubiera no existe, hay que movernos, hay que estar, porque todo esto es vida. Yo voy todos los días al Gerontológico, porque es mi otra familia, mis nietos me dicen ‘Abis, te vamos a mandar tu cama al Gerontológico’. ellos, mi familia está feliz de que esté ahí”, afirma.
En el gerontológico Berta conoció a Blanca Estela, que se sumó al centro hace cinco años. Desde entonces mantienen la amistad.
Ambas coincidieron en que su etapa, la de la juventud acumulada, es una de las más plenas, porque no tienen la presión de horarios laborales ni la responsabilidad de apoyar a sus hijos con actividades escolares. Esas fases ya las pasaron. Ahora se dedican a disfrutar de lo que más les gusta hacer: bailar.
Sueñan con que en alguna ocasión las autoridades municipales y del DIF reconozcan sus talentos, porque han representado a Irapuato con sus coreografías. Los 15 integrantes del grupo de danza cubren el costo de los vestuarios y a la fecha no han recibido ni siquiera una felicitación.
Julia y Margarita tienen cosas en común: las dos son abuelas, trabajan como ‘cerillitos’ en Chedraui Poliforum y se quieren sentir productivas y plenas en su vejez. En el Día de los Abuelos, que se celebra este 28 de agosto, estas mujeres demuestran que aun se puede trabajar y que nada las limita.
Sin embargo, así como muestran el lado positivo de ser adultas mayores, también cuentan la otra cara de la realidad. Esta es que a muchas personas que viven esta etapa la pensión no les alcanza, y tienen que buscar otro trabajo.
Julia, de 69 años y madre de cinco hijos, empaca las bolsas de los clientes en Chedraui Poliforum y cuenta a Periódico Correo que se siente “bien y productiva” por trabajar a su edad.
“Hasta ahorita nada me impide trabajar, me siento bien, aquí nos dan la oportunidad de sentirnos productivos”, afirma.
Antes de laborar ahí, era ‘cerillito’ en la tienda de autoservicio Walmart, pero la pandemia les quitó su trabajo. Desde 2020 ya no dejaron laborar a estas personas. Y al confinamiento se sumó la prohibición del uso de bolsas plásticas, lo que disminuyó la necesidad de este servicio y paró sus labores.
Luego de este golpe económico, Julia empezó a trabajar en Chedraui y asegura que los clientes la tratan bien y la mayoría dan propina.
Sobre las dificultades que puede traer la vejez, la trabajadora comenta que todo depende de “según como uno se sienta. Si yo me quedo en la casa hasta me puedo deprimir”, dice.
Ella platica que la necesidad económica la orilló a laborar como ‘cerillito’.
“La pensión no me alcanza”, cuenta Julia, al recordar que la mayor parte de su vida trabajó en limpieza y aseo.
Este Día del Abuelo, tendrá que trabajar. Duda celebrar con su familia, pues llega a su casa y hace labores o simplemente prefiere descansar.
Margarita, su compañera, de 75 años, coincide en que la adultez depende como se tome por la situación personal o psicológica del momento. Por ejemplo, la pandemia le sirvió como “un break”, pero reconoce que a muchos adultos mayores les afectó el hecho de quedarse en casa.
“Me siento bien, tranquila. Según cada persona como se sienta, parece que ya más grandes hay menos oportunidades de trabajo”, lamenta. “Lo bueno que yo llevo aquí 11 años, la gente ya me ubica, es de portarse bien con los cliente y ser amable”.
Julia y Margarita son solo dos de los 12 empacadores que laboran en Chedraui Poliforum, y de los últimos, dicen, pues este trabajo se extingue poco a poco. Además de este supermercado, explican que solo en HEB y Mega contratan a adultos mayores. Si no existiera esta oportunidad, confiesan que algunos de ellos tendrían que laborar en aseo privado o público.
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Para don Ignacio Nieto Molina seguir trabajando a sus 73 años de edad y poder continuar generando sus ingresos sin depender de nadie resulta un aliciente que lo motiva cada mañana salir de su casa a vender fruta en un negocio que tiene afuera del Mercado Hidalgo en la capital del estado.
De este oficio ha sacado para comer él y su familia a lo largo de 60 años, afirma.