El MAS y la sucesión traumática

2022-09-09 18:13:28 By : Ms. Linda Wang

A pesar de que el partido está implantado en todo el territorio, la divergencia de los sectores que lo conforman hace que sea vulnerable a los cambios. Los múltiples compromisos no logran acabar con el debate interno. La figura de Evo cada vez más presente evita explorar otras vías de hacer gobierno

A casi dos años de la contundente victoria de Luis Arce en las elecciones de octubre de 2020 los malos presagios de un Movimiento Al Socialismo (MAS) que se preparaba para enfrentar el post-evismo se han confirmado y peor aún, ahondado por un matiz tan paradójico como omnipresente: el MAS enfrenta el post-evismo con Evo muy presente algo que parece acercar al partido azul al colapso. ¿Tiene opciones el MAS de reinventarse? ¿Cuán larga es la sombra de Evo? ¿Puede nacer un nuevo liderazgo?

El debate de la continuidad del MAS sin su principal referente se abrió ya en 2016 justo después del referéndum constitucional del 21 de febrero que Evo Morales y Álvaro García Linera perdieron por la mínima y que en la práctica los dejaba fuera del combate electoral de 2019.

El único que se tomó en serio aquel debate fue David Choquehuanca, el sempiterno canciller que ya le había afeado antes a Morales su intención de mantenerse en el poder en 2014 pese a lo que decía la Constitución original, que contemplaba los periodos preconstitucionales para el cómputo de limitación de dos mandatos en las últimas disposiciones del texto, pero que fue obviado sin mayor revuelo porque era una época donde no tenía rival.

Con la derrota del referéndum Choquehuanca consideró que el tiempo de Evo había acabado y empezó a mover fichas de cara a la sucesión. El resto de los ministros, sin embargo, pronto descartaron la idea de buscar un sucesor de Evo y más bien apuntalaron el relato del “cartel de la mentira”, que tenía por objetivo predisponer a la gente para olvidar el resultado y permitir que Morales candidateara, como efectivamente pasó, después de una interpretación sui géneris del Pacto de San José y del derecho humano a ser elegible por encima de lo dispuesto en la Constitución.

En 2017 Choquehuanca fue apartado del gabinete junto a Juan Ramón Quintana, el brazo operador de Evo y Álvaro desde el ministerio de la Presidencia y cerebro tanto del referéndum como de la estrategia posterior del “cártel de la mentira”. Mientras Choquehuanca fue mandado al exilio con cargos menores en el ALBA, Quintana se retiró a Cuba como embajador para analizar y preparar la siguiente etapa, que básicamente contemplaba la reelección de Evo Morales en 2019.

La estrategia diseñada contemplaba la argumentación del derecho humano ya señalado y a partir de ahí, planes concretos para minimizar el impacto negativo y alcanzar un triunfo aunque fuera por la mínima. Era difícil que Evo, rechazado en referéndum por el 51%, volviera a superar esa cifra, pero sí era posible ganar en primera con más de diez puntos después de engrasar todos los mecanismos: voto en el exterior, condicionamientos empresariales, seducción obrerista y, sobre todo, dividiendo en mil pedazos la oposición, algo que si logró: hasta cuatro candidatos no pasaron del 1 por ciento (MNR, UCS, FPV, Pan Bol); Demócratas llegó hasta el final con Óscar Ortiz pese a los sondeos y el evidente daño que se hacía a la alternativa, y hasta se alimentó un outsider de manual como Chi Hyun Chung para refrescar el debate y atraer el voto de los jóvenes.

Después sucedió lo que sucedió.

Una guerra permanente de no tan baja intensidad

Con Evo Morales fuera del poder y la elección lanzada por el gobierno de transición de Áñez (que quiso ser candidata) las bases del MAS afines a Choquehuanca lo proclamaron candidato, pero en la reunión oficial en Buenos Aires, Morales designó candidato a Luis Arce y aceptó como vice a David Choquehuanca porque entendía la importancia de mantener la vinculación indígena, pero prefería tener a uno de los suyos al frente.

El hecho de que la campaña se alargara por la pandemia le benefició a Luis Arce en la medida en que el nuevo gobierno mostró su ineptitud y reforzó una visión idílica del gobierno del MAS, pero a la hora de la verdad, las consultoras internacionales entraron en juego, metieron en el congelador a Evo Morales, con enormes estadísticas negativas, y convirtieron a Luis Arce en un “tipazo” y a Choquehuanca en un conciliador.

El triunfo fue de tal calibre - ocho puntos más de lo que en teoría había sumado Evo Morales en 2019 – que el nuevo binomio se vio legitimado para iniciar su propia historia, pero Evo Morales no tenía la misma idea.

Arce asumió el domingo 8 de noviembre y el lunes a primera hora Morales cruzó la frontera e inició una caravana multitudinaria que eclipsó y condicionó el propio nombramiento del gabinete de ministros, que se vio atrasado hasta el lunes por la tarde. Efectivamente Evo Morales exigió cargos y, a grandes rasgos, Arce se quedó con el control de todo lo económico; Morales con las carteras del poder – Defensa, Gobierno, Justicia y otras direcciones como el Segip – mientras que Choquehuanca apenas guardaba algunas carteras más relacionadas con lo simbólico – Culturas, Cancillería – pero también muchas direcciones – como la ABC - repartidas entre los miembros del Pacto de Unidad, al fin y a la cabo los guardianes sociales del proceso.

El desgaste interno ha sido rápido, en parte por las presiones ejercidas por el presidente del partido, Evo Morales, según señalan fuentes próximas. Uno de los casos más significativos es el del ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo del Carpio, un joven ambicioso rodeado de un círculo bien preparado y que ascendió en el MAS de la mano de Adriana Salvatierra y Álvaro García Linera que lo hicieron Oficial Mayor de la Asamblea. Del Castillo no dudó en liberarse de tutelajes y declararse leal exclusivamente a Arce, algo que ha desatado la ira de Morales y su círculo del Chapare, que habitualmente confrontan con él. El propio Evo ha pedido su cabeza en varias ocasiones – la última esta semana a costa del tema del robo del celular, sin embargo Arce lo ha ratificado en todas las ocasiones mandando un mensaje muy claro sobre quién manda ahora.

Las tensiones son permanentes y en ocasiones han trascendido límites, como en la reciente lucha donde uno y otro bando se han acusado de forma más o menos indirecta de proteger a algunos sectores del narcotráfico, o como esta misma semana donde el presidente del partido Evo Morales ha señalado a Del Castillo por el robo de su celular advirtiendo chantajes y poco después, se ha llevado una operación especial contra la ABC por casos de corrupción.

Por que el MAS no es el MNR

El MAS es hoy el partido más poderoso de la historia de Bolivia, y probablemente a nivel continental, por su enorme presencia territorial y la fuerte adhesión de las bases, sin embargo, el problema de coherencia política es habitual. El MAS representa a un Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos donde se dan cita sectores con intereses contrapuestos – mineros y ambientalistas o indígenas, por ejemplo – y cuya preocupación es tener acceso al Estado, sobre todo para que este no se inmiscuya.

En su momento, el MNR también construyó una hegemonía popular en el campo y en la ciudad, pero sus elementos eran mucho más nacionales y no identitarios, algo que le pesa al MAS con la reivindicación de la herencia indígena en su plenitud como símbolo de todos cuando en los departamentos del oriente, por ejemplo, se siente ajeno.

El MNR ha logrado permanecer hasta el 2022 luego de sortear aquella difícil batalla en la que “Goni”, el único líder emenerrista que no era de la vieja guardia, salió en helicóptero del país. Hasta hoy se guardan sus hitos y, aunque no es alternativa de gobierno, se reivindica la revolución nacional del 52. El MNR le dio la vuelta a su ideología y de un nacionalismo autárquico pasó al neoliberalismo apoyados en que siempre hicieron “lo mejor para Bolivia”. El MAS, sin embargo, tiene difícil encontrar una alternativa.

El MAS crece desde el poder por su amplia capacidad de representación, pero evidentemente tiene un problema con el discurso. Morales, que ha gobernado 14 años reduciendo el partido a una máquina electoral, quiere ahora que sea una máquina de ideas para el próximo gobierno, y quiere qué él sea el articulador de esas nuevas ideas. Mientras tanto, el gobierno de Choquehuanca y Arce, que quieren ser alternativa, de momento, no cambian los planteamientos esenciales del gobierno prebendal y del equilibrio intersectorial, a pesar de que los resultados empiezan a ser cuestionados.

Por lo general, los críticos del Movimiento Al Socialismo suelen señalar como elemento de disenso en la estructura a Evo Morales, básicamente por su enorme influencia. Al mismo tiempo suelen colocar a David Choquehuanca como el ser más equilibrado y la persona más razonable del Movimiento Al Socialismo (MAS). El asunto no es gratuito. Choquehuanca ha sido el único de los “grandes” ministros que ha cuestionado abiertamente el actuar de Morales.

Por otro lado, sus discursos formales suelen estar cargados de filosofía andinista que describen una sociedad cooperativista, de metáforas que hablan de reconciliación, de equilibrio y de ceder, algo que suena muy bien en las bancas contrarias. En su discurso de posesión habló incluso de no manipular la justicia, de rotar el poder y de otras cosas que no había que volver a hacer en clara referencia a Morales.

A pesar de ello, hay cercanos que le señalan como una persona cerrada y bastante radical en sus planteamientos. Sus referencias a la educación y a algunas costumbres le han valido críticas en el pasado.

En el MAS además advierten que, aunque se pretenda, Choquehuanca no representa igual a los pueblos indígenas, ya que está muy identificado con lo aymara, mientras que Evo Morales, aymara residente en la cuna quechua del chapare y criado en el chaco y en el norte argentino, tiene una trazabilidad diferente, más capaz de representar a todos.

En el MAS temen que una victoria de Choquehuenca en la batalla interna acabe por desplazar la centralidad y que el partido se convierta en la representación política de una minoría indígena, que si bien tiene su peso en la familia campesina y gremial, subordina sus problemas reales a los asuntos filosóficos de la identidad.

Ahí es donde los estrategas del partido ven las mayores carencias, pero también la amenaza a una ruptura real donde las clases populares y los sectores indigenistas busquen caminos diferentes para acceder al poder.

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